Crecen las diferencias agrarias entre el norte y el sur de la UE
Los cítricos están prácticamente sin precio en el campo; los productores de vino se quejan de que están paralizadas las compras, no hay cotizaciones; los de arroz suponen que conseguirán mejores resultados que en años anteriores, a tenor de las perspectivas mundiales de este cereal, pero de momento no se realizan ventas y la demanda está parada; el aceite de oliva está cayendo y las grandes cooperativas productoras intentan retener producción para evitar mayores hundimientos; la almendra se ha convertido en una producción no rentable, las plantaciones se están abandonando y quedará relegada a producciones domésticas; las hortalizas sucumben las más de las veces sin pena ni gloria y su cultivo se ve frenado por la ruina generalizada y las incoherentes prohibiciones de fitosanitarios; el trigo y la cebada, que tanto se encarecieron hace un año, hasta configurar lo que se dio en llamar la 'crisis alimentaria', han vuelto a depreciarse, hasta subir más los costes que lo que se obtiene en bruto; los sectores ganaderos están sumidos en una espiral de pérdidas crecientes, con la misma dinámica de precios a la baja y costes al alza...
No hay en estos momentos ningún sector agrario -salvo casos esporádicos y locales- que quede al margen de la quema. Y a la crisis endémica del campo se suma ahora la crisis general que ha sobrevenido, lo que añade nuevas complicaciones a quienes ya lo pasaban mal desde hace tiempo: subidas disparatadas de fertilizantes, electricidad, agua, fitosanitarios, piensos...,
Y enfrente, un notable frenazo del consumo, hasta el punto de que muchos especialistas no acaban de explicarse qué está sucediendo, porque ya no se trata de que se consuma menos de esto y más de aquello, que las orientaciones del comprador se orienten de unas cosas a otras, buscando la economía, sino que todos se quejan a la vez de estar vendiendo menos. ¿Es que de repente está comiendo menos la población europea?
En medio de este panorama tan desalentador, que está haciendo que cunda en muchos foros la voz de alarma, porque se teme un abandono generalizado de la producción básica de alimentos, la Unión Europea exhibe de nuevo su secular miopía ante este tipo de problemas colectivos. O al menos una parte de la Unión Europea, que no está dispuesta a que se mantengan con firmeza los mecanismos de apoyo al sector agrario y argumentan para ello el subterfugio del liberalismo.
Una vez más afloran las grandes diferencias de intereses entre los países del norte y los del sur de la UE. En agricultura son notables las discrepancias porque la tipología de las producciones y de los climas que las determinan son también muy distintas, y por tanto diferentes también los enfoques comerciales.
En el sur predomina la cocina del aceite de oliva; en el norte, la mantequilla. En el sur vive mucha gente de producir frutas y hortalizas que compran los del norte, quienes prefieren ahora importarlas de otros países terceros, más baratas, aunque menos seguras, y de paso pagarles con la exportación de lo que a ellos más les sobra: leche, cereales, carne...
La presidencia francesa de la UE ha sacado adelante un documento que aboga porque se mantenga una Política Agrícola Común fuerte a partir de 2013, cuando concluya la actualmente vigente, para asegurar una agricultura viva y productiva. España está entre los países que lo apoyan. Pero en contra están países como el Reino Unido, Suecia o Letonia, que quieren menos ayudas y más importaciones. No se dan cuenta de que se está corriendo un gran riesgo de perder la seguridad alimentaria y grandes valores culturales y paisajísticos. Cuando se den cuenta y quieran reaccionar, será demasaiado tarde.
Noticia: Treta de Las Provicias.es
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